El pequeño amor tras los focos, David Mena

jueves, 31 de marzo de 2011
EL PEQUEÑO AMOR TRAS LOS FOCOS

Dime, aunque sea mentira, que me quieres y que te mueres por fugarte conmigo adonde podamos hacer nuestra historia realidad. Miénteme al decir que no te importa mi metro de estatura ni esta voz acuchillada que tengo, que tu amor compensa todos los defectos. No tengo ánimo para salir de nuevo, dime todo esto una vez más, para poder resistir la función, aunque seas la mujer barbuda y no me quieras.

El circo, Georges Seurat


David Mena, La novia de King Kong, Berenice, Córdoba, 2011, página 127.

Distancias, Isabel Wagemann

martes, 29 de marzo de 2011

DISTANCIAS

—Esta noche tú también usarás una venda —dijo ella.
Él la miró sin verla, como si la traspasara. En sus ojos apareció un brillo metálico.
—Tú llevarás el vestido rojo —dijo él—, el de los buenos tiempos.
Sus palabras sonaron frías y deslumbrantes como alfileres. Palabras que la clavaron contra la pared y la dejaron inmóvil.
—Hoy quiero oírte gritar —insistió él—, y ver que tu cuerpo tiembla, como si agonizaras.
—¿Por qué quieres que use el vestido rojo? —preguntó ella. De cualquier manera, estaré desnuda.
—Ya es la hora —apremió él. Muévete.
Entre sombras ella ocupó su lugar. El silencio fue demoledor. Él se plantó donde siempre y levantó la mano. Con un gesto preciso lanzó el primer cuchillo. Esperó a oír su grito helado y con la mano libre, se tocó el corazón.


Ilustración: David Guirao

Perversiones (Breve Catálogo de Parafilias Ilustradas), Traspiés (Colección Vagamundos), Granada, 2010, pp. 48-49.

[El cuadro], Alessandro Baricco

lunes, 28 de marzo de 2011
La llave de los campos, René Magritte


Y fue entonces, en ese momento, cuando se cayó el cuadro.
A mí siempre me ha sorprendido el asunto ese de los cuadros. Están colgados durante años, después, sin que pase nada, pero nada de nada, zas, al suelo, se caen. Están ahí, colgados del clavo, nadie les dice nada, pero ellos, en cierto momento, zas, se caen al suelo, como piedras. En el silencio más absoluto, con todo inmóvil a su alrededor, ni tan siquiera una mosca que se mueva, y ellos, zas. No hay una causa. ¿Por qué precisamente en ese instante? No se sabe. Zas. ¿Qué es lo que le ocurre a un clavo para que decida que ya no puede más? ¿Tiene él también un alma, el pobrecillo? ¿Toma decisiones? Habló largamente sobre el tema con el cuadro, estaban indecisos sobre cómo actuar, hablaban de ello todas las noches, desde hacía años, después decidieron una fecha, una hora, un minuto, un instante, ya está, zas. O los dos lo sabían ya desde un buen principio, ya estaba todo preparado, mira, yo me largo dentro de siete años, por mí está bien, de acuerdo, pues entonces quedamos para el trece de mayo, vale, hacia las seis, pongamos las seis menos cuarto, de acuerdo, pues buenas noches, hasta entonces. Siete años después, un trece de mayo, a las seis menos cuarto: zas. No hay quien lo entienda. Es una de esas cosas que es mejor no pensarlas, porque si no puedes acabar volviéndote loco. Cuando se cae un cuadro. Cuando despiertas una mañana y ya no la amas. Cuando abres el periódico y lees que ha estallado la guerra. Cuando ves un tren y piensas tengo que largarme de aquí. Cuando te miras en el espejo y te das cuenta de que eres viejo. Cuando, en mitad del océano, Novecento levantó la mirada de su plato y me dijo: «En Nueva York, dentro de tres días, bajaré de este barco.»

Alessandro Baricco, Novecento: un monólogo, Anagrama, Barcelona, 2000.

El mandarín y la cortesana, Roland Barthes & Giuseppe Tornatore

domingo, 27 de marzo de 2011
EL MANDARÍN Y LA CORTESANA

Un mandarín estaba enamorado de una cortesana.
“Seré tuya, dijo ella, cuando hayas pasado cien noches esperándome sentado sobre un banco, en mi jardín, bajo mi ventana”. Pero, en la nonagésimo novena noche, el mandarín se levanta, toma su banco bajo el brazo y se va.


Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso, Siglo XXI, Madrid, 2005 (1977).


En el balcón, Pino Daeni


[EL SOLDADO Y LA PRINCESA]

Alfredo: —Una vez un rey celebró una fiesta. A ella fueron las princesas más bellas del reino. Bueno... un soldado que hacía la guardia vio pasar a la hija del rey. Era la más bella de todas, y se enamoró enseguida pero... pero ¿qué podía hacer un pobre soldado en comparación con la hija del rey? En fin, un buen día consiguió hablar con ella y le dijo que no podía vivir sin estar a su lado. La princesa quedó tan impresionada por su fuerte sentimiento que le dijo al soldado: «si consigues esperar cien días y cien noches bajo mi balcón, al final seré tuya». Y a partir de ese instante el soldado se fue allí y la esperó un día, y dos días, y diez, y luego veinte… y cada noche la princesa le observaba desde la ventana pero él no se movía nunca. Con la lluvia, con el viento, con la nieve... siempre estaba allí. Los pájaros se le cagaban encima, y las abejas se lo comían vivo, pero él no se movía. Después de noventa días, estaba tremendamente delgado, pálido. Al pobre le resbalaban las lágrimas de los ojos, y no podía contenerlas. Ya no le quedaban ni fuerzas para dormir. Mientras, la princesa seguía observándole. Y, al llegar la noche noventa y nueve, el soldado se incorporó, cogió la silla, y se largó de allí.

Totò: —¿No me digas? Al final...

Alfredo: —Sí, justo al final, Totò. Y no me preguntes cuál es el significado, yo no lo sé. Si lo entiendes, dímelo tú.


Giuseppe Tornatore, Cinema paradiso, 1988.

Armisticio, Juan José Arreola

sábado, 26 de marzo de 2011
Castillo en ruinas, Arnold Böcklin

ARMISTICIO

Con fecha de hoy retiro de tu vida mis tropas de ocupación. Me desentiendo de todos los invasores en cuerpo y alma. Nos veremos las caras en la tierra de nadie. Allí donde un ángel señala invitándonos a entrar: Se alquila paraíso en ruinas.


Juan José Arreola, Bestiario, Editorial Joaquín Mortiz, México D. F., 1975 (1959), página 80.

Parábola de Cervantes y de Quijote, Jorge Luis Borges & Agustín Fernández Mallo

jueves, 24 de marzo de 2011
PARÁBOLA DE CERVANTES Y DE QUIJOTE

Harto de su tierra de España, un viejo soldado del rey buscó solaz en las vastas geografías de Ariosto, en aquel valle de la luna donde está el tiempo que malgastan los sueños y en el ídolo de oro de Mahoma que robó Montalbán.
En mansa burla de sí mismo, ideó un hombre crédulo que, perturbado por la lectura de maravillas, dio en buscar proezas y encantamientos en lugares prosaicos que se llamaban El Toboso o Montiel.
Vencido por la realidad, por España, Don Quijote murió en su aldea natal hacia 1614. Poco tiempo lo sobrevivió Miguel de Cervantes.
Para los dos, para el soñador y el soñado, toda esa trama fue la oposición de dos mundos: el mundo irreal de los libros de caballerías, el mundo cotidiano y común del siglo XVII.
No sospecharon que los años acabarían por limar la discordia, no sospecharon que la Mancha y Montiel y la magra figura del caballero serían, para el porvenir, no menos poéticas que las etapas de Simbad o que las vastas geografías de Ariosto.
Porque en el principio de la literatura está el mito, y asimismo en el fin.


Jorge Luis Borges, El hacedor, Alianza Editorial, Madrid, 1997 (1972), pp. 45-46.

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PARÁBOLA DE CERVANTES Y DE QUIJOTE

Estoy durmiendo, en mi cama. A mi lado, un cuerpo. Algo me despierta, quizá un ruido. Estaba soñando, imágenes dispersas, no recuerdo cuáles. Miro el reloj, las 5.30 de la madrugada. Me recoloco en el colchón, con pereza, tengo la sensación de que estos músculos ya nunca más podrían responder. La luz de las farolas pierde intensidad al entrar en la habitación, pero alarga las sombras. Distingo, al fondo de mi mesa de trabajo, un lote de DVDs vírgenes que creo que nunca usaré; tengo esa corazonada. Cierro los ojos con intención de dormirme pero me viene una idea a la mente, algo que nunca había pensado, es una pregunta: ¿cuánta gente, en este preciso instante y en todo el planeta, está soñando conmigo? ¿En cuántos sueños estoy haciendo y diciendo cosas, sean éstas cuales sean? De repente, ese pensamiento me inquieta, no tanto por imaginar que tengo muchas otras vidas y que estoy ahora mismo viviéndolas al margen de este amanecer, de esta cama, de estos músculos que no responden, de este cuerpo que respira a mi lado, sino por imaginarme a todos esos cuerpos que ahora yacen como muertos, conmigo dentro. ¿Por qué nunca me había venido este pensamiento a la cabeza?, me digo, y esa segunda pregunta me despeja aún más. Tengo que ir al lavabo.

Descalzo, sin encender la luz, cruzo el umbral del dormitorio en dirección al pasillo. A través de la ventana de mi estudio veo un resplandor, no debe de faltar mucho para que amanezca, me digo mientras camino a tientas. Antes de llegar al baño, justo al borde de las escaleras [mi casa se compone de 2 pisos; duermo en el de arriba], veo un objeto en el suelo, algo que en la penumbra de las 5.30 de la madrugada se me hace irreconocible, y tengo la certeza de que aunque encendiera la luz no podría reconocerlo. Tiene unas dimensiones no más grandes que un libro de bolsillo, no de las editoriales Punto de Lectura o DeBolsillo, sino alargado, de los de Alianza Editorial, hasta quizá un poco más grande que éstos, no lo sé. La visión de ese objeto, extraño para mí, no aleja de mi cabeza la inquietud que me produce la pregunta, ¿en los sueños de cuánta gente estaré yo ahora haciendo algo?, pero sí la desvía por unos instantes. Inducido por la curiosidad, y para no despertar al cuerpo que yace en la cama, cierro la puerta del dormitorio antes de encender la luz del pasillo. Ahora veo de qué se trata. El objeto es una rebanada de pan. Pan integral. Tiene la particularidad de que le falta un trozo de miga casi en su centro, un agujero circular. Bajo las escaleras. En el salón, junto a la tele, está mi teléfono móvil, que tiene una cámara fotográfica incorporada, lo cojo y subo inmediatamente. Le hago una fotografía al objeto. Aquí la muestro:


Acto seguido, me agacho, tomo la rebanada entre mis manos, y detecto que es perfecta, como cortada con un afiladísimo cuchillo, un bisturí o un láser, diría. La miga del pan está muy esponjada, es flexible, parece pan recién hecho, aún conserva cierta calidez. Apago y enciendo la luz varias veces, On-Off, On-Off, On-Off, para comprobar el efecto que la penumbra hace sobre la rebanada, convirtiéndola, así es, en un objeto extraño, irreconocible. Lo curioso es que yo no compro ese tipo de pan, nadie en esta casa compra ese tipo de pan. A través de la ventana, el resplandor que antes era lejano llena el cielo, aún no es de día pero este resplandor alumbra no sólo la pila de DVDs vírgenes que hay en mi mesa de trabajo y que tengo la corazonada de que nunca usaré, sino también los lomos de varios libros, entre los que distingo Analógica y digital (edit. GG), de Otl Aicher, un libro que trata de esa rama del conocimiento llamada diseño industrial y que diserta en sus páginas sobre las relaciones entre el diseño industrial y Wìttgenstein, Vico y Kant.

No sé qué hacer con la rebanada.

De momento, la cojo con la mano izquierda, bajo las escaleras, y la pongo sobre la encimera de la cocina sin otra intención que dejarla ahí hasta que el cuerpo que duerme en la cama de arriba se despierte y consensuemos qué hacer con esa rebanada de pan integral. Extraigo una taza del mueble de las tazas. Pongo agua a calentar para hacer un Nescafé descafeinado. Antes he encendido un Lucky Strike, que se consume mientras todas estas operaciones también lo hacen. Es hermoso, me digo, el momento del amanecer en el que en las ciudades el silencio, hecho de azar, comienza a dejar paso a los sonidos organizados. Bebo el café sentado en un taburete, en una especie de barra que hay en la cocina, abierta al salón. Bebo el café en mi taza favorita. es una serie especial, estampada con la silueta de la montaña El Capitán, Parque Nacional de Yosemite, California. Una taza que rememora el 50 aniversario de su primera ascensión, y que tiene estampado el croquis técnico de la vía. Me encanta seguirlo con la mirada, y detalla cosas como que la pared es de toca, granito, y mide 1.000 m de altura, y que tardaron 35 días en hacer cima, hecho que ocurrió el 11/ 12/ 1958 a las 6.00 am, pone textualmente; más o menos, a esta misma hora. Me encanta esta taza, es atómica, sin duda es la mejor taza que he tenido jamás. Y sin girar la cabeza muevo los ojos, la mirada se detiene en la mesa de cristal del salón, a tres pasos de mí. Allí, hay un papel. Ese papel no estaba ayer cuando, como siempre, apagamos la tele con el mando remoto, ella subió las escaleras, se metió en el baño para desmaquillarse los ojos y yo apagué la calefacción y las luces y también subí las escaleras, no, ese papel no estaba allí ayer, así que dejo la taza de café en la encimera, me acerco a la mesa, y veo que se trata de un dibujo. Un dibujo hecho en un folio blanco, a bolígrafo, parece. El dibujo muestra una figura abstracta; me resulta familiar. No tardo en darme cuenta de que se trata de la silueta de la rebanada de pan que hace unos minutos he dejado sobre la encimera. No sé qué pensar. Le hago una fotografía. Aquí la pongo:

Allí, de pie, pienso un que tengo dos objetos extraños, y que no sé que hacer con ellos, una rebanada de pan con un agujero, y el dibujo de la silueta de esa rebanada de pan. En esta casa nadie ha comprado este pan, me digo, y por lo tanto nadie ha podido hacer este dibujo de la silueta de la rebanada de pan, por lo que este dibujo sólo ha podido hacerlo la propia rebanada, este dibujo se lo ha hecho la rebanada a sí misma, este dibujo es un autorretrato de la rebanada de pan, una rebanada de pan autorretratada, me digo. No puede ser de otra manera. ¿No es raro este dibujo, si cabe aún más raro que la propia rebanada?, me digo también. Y de pronto tengo una visión, recibo una luz, algo que se me presenta con una fuerza y verosimilitud imposibles de refutar: la rebanada de pan es un ovni, un ovni tirado en el suelo de mi casa. A ver, no un ovni en sí, afirmar eso es una tontería, sino que es la representación de un ovni, visto en sección. Uno o varios, no sé, seres de otros mundos, por algún método que desconozco, han entrado en casa y me han dejado en el suelo esa rebanada de pan recién hecho que tiene la forma, vista en sección, de un ovni, y después decidieron hacer el retrato del ovni en un papel, para que me diera cuenta de que es un ovni, para que el hecho de que sea un pedazo de pan no influyera para que no pensara en lo que realmente es, un ovni. en efecto, sólo al ver el retrato en papel del ovni me he dado cuenta de que es un ovni, y pienso entonces que hasta quizá sea su propio ovni, el ovni con el que, horas atrás, aterrizaron, quizá el ovni con el que bajan al burguer del planeta vecino, como decía aquella canción de La Mode. O quizá es un bus-ovni, o un AVE-ovni, es decir, un objeto que hace determinadas rutas por la galaxia llevando y trayendo alienígenas. Argumento que se ve reforzado por el hecho de que la puerta no está violentada, sino cerrada por dentro con pestillo, como siempre, y que vivo en un 8° piso al que, naturalmente, no se puede acceder por la fachada del edificio, un edificio moderno, del año 1978, de formas rectas y sin repisas ni balcones ni balaustradas por las que poder escalar y colarse en las viviendas. Los detalles circunstanciales también encajan: los alienígenas saben que en esta casa no comemos pan, con eso se preservan del riesgo de que, en un acto de hambre o de picoteo entre horas, la rebanada termine en un estomago, puede que hasta quieran que la meta en celofán, al vacío, y la conserve. Y después esta el detalle de que sea pan integral, me digo mientras observo ambos objetos, en efecto, integral es una palabra hecha a medida para las intenciones de esos seres de otros mundos, que no son alienígenas, no quieren alienar, sino que son integradores, quieren una solución integral al problema de la convivencia de todos los mundos, todas las galaxias, eso me digo, motivo por el cual no me han despertado, no me han agredido ni a mi ni a la mujer que aún yace en la cama, en el cuarto de arriba, ni a los vecinos de escalera, ni a los de los edificios de enfrente, cientos, miles de hombres y mujeres que ahora duermen, que ahora yacen como yacen los muertos, y que quizá en este justo momento estén soñando conmigo. ¿Cuánta gente en el planeta estará ahora mismo soñando conmigo?

Yo vigilo.


Agustín Fernández Mallo, El hacedor (de Borges), Remake, Alfaguara, Madrid, 2011, pp. 100-105.

Autofagia, Juan Cruz López

miércoles, 23 de marzo de 2011
AUTOFAGIA

A Carla también le gustaban los puzzles. Algunas veces cogía las fotos de sus amantes y las hacía trizas. Después iba a emborracharse. Cuando regresaba por la mañana se quitaba la ropa y se revolcaba sobre los trozos de las fotografías de los hombres que la habían acompañado en aquel camino hacia no sé sabía qué forma final de autoexterminio. Luego tomaba cada uno de los trozos y se lo metía en la boca, se abría otra cerveza, le masticaba el rostro al fantasma que salía en la foto y se tragaba el pedazo. Y así con todos. Era como si quisiera recomponer en su estómago otra especie nueva de hombre que, al menos, no la dejara insatisfecha; aunque al final lo único que conseguía era vomitar una papilla grisácea de ojos, cejas, bocas, pelo, ropa, de vez en cuando alguna gorra o un cinturón, y muy de tarde en tarde algún zapato viejo o una corbata negra. Sin embargo, todo fue distinto el día en que, sin darse cuenta, se tragó la foto donde una mujer de mirada huidiza le acariciaba el pelo a un joven de gesto taciturno. Esa mañana no supo reconocer a la mujer de rostro ambiguo que la miraba desde el otro lado del espejo.

Desnuda frente al espejo, Henri de Toulouse-Lautrec


Juan Cruz López, "Cuento y aparte" en Narrativa 2009, Instituto de la juventud (España), 2009, página 25.

Personas que cosas que personas, Miguel Ángel Zapata

martes, 22 de marzo de 2011
PERSONAS QUE COSAS QUE PERSONAS

Sandra Mailbox es una mujer solitaria, abstraída, pasiva, servicial, cuerpo recio y saludable, querencia irresistible por los trajes de chaqueta amarillos.
Sandra Mailbox tiene una boca amplia, turgente en labios, una abertura horizontal que le recorre la cara de oreja a oreja con generosidad de ranura.
Si se la observa bien, Sandra Mailbox parece un buzón.
Cuando cada mañana se mira al espejo, Sandra Mailbox busca y asume en el reflejo, resignada, su perfil postal.
A veces, Sandra Mailbox se detiene en plena calle, estática, la bocaza bien abierta durante horas, casi por capricho, también por consecuente asunción identitaria.
Por la noche, el estómago de Sandra Mailbox amortigua a cada giro sobre el colchón el sonido rugoso de las cartas, los paquetes, las postales que nunca llegarán a su destino.



Miguel Ángel Zapata, Baúl de prodigios, Traspiés, Granada, 2007, p. 30.

Cenicienta, Alejandra Díaz-Ortiz

lunes, 21 de marzo de 2011
CENICIENTA

Lejos estaba de imaginar que aquel beso perdido en mitad de la noche sería la sentencia al deseo perpetuo de volverlo a encontrar.
El problema era que los labios que iba probando no eran de su talla.
Tendría que seguir buscando.

Primer beso, Aleksey Sokolov


Alejandra Díaz-Ortiz, Cuentos chinos, Trama, Madrid, 2009, página 75.

[El amor], Andrés Neuman & Emil Cioran

domingo, 20 de marzo de 2011
Un ejercicio de alta dificultad: extraer amor del amor.

***
Lo verdaderamente revolucionario es modificar un sentimiento.

***
La anatomía del amor es suspicaz: resulta físicamente imposible amarse frente a frente haciendo coincidir los corazones.

***
Amar es una obra de arte.



Andrés Neuman, El equilibrista (Aforismos y microensayos), Acantilado, Barcelona, 2005.

Los amantes, Marc Chagall


¿El arte de amar? Saber unir a un temperamento de vampiro la discreción de una anémona.

***
La dignidad del amor consiste en el afecto desengañado que sobrevive a un instante de baba.

***
A pesar de todo, continuamos amando; y ese «a pesar de todo» cubre un infinito.



E. M. Cioran, Silogismos de la amargura, Tusquets, Barcelona, 1990.

14:22 p.m., Alejandra Díaz-Ortiz

sábado, 19 de marzo de 2011
Después del baño, Edgar Degas

14:22 p.m.

No me molestó la estúpida caída en la bañera. Tampoco los veintiún pinchazos y tres descargas que me dieron los de Urgencias. El paso por quirófano no fue nada grave, más bien creo que divertido: yo era el centro de atención. El funeral tampoco estuvo nada mal, fueron los que yo sabía —ni uno más ni uno menos— y tú.
Se dijeron las cosas justas que fui escribiendo en los recuerdos de los que apenas me recuerdan. Ni siquiera tus lágrimas me conmovieron; te dejé en buen momento para jugarte una próxima vida.
Pero lo que sí me ha jodido de mi muerte es esta puñetera certeza de no volver a respirarte.


Alejandra Díaz-Ortiz, Cuentos chinos, Trama, Madrid, 2009, página 11.

Robin Hood, Miguel Ángel Zapata

jueves, 17 de marzo de 2011
ROBIN HOOD

Todos admiraban el caparazón gigantesco de mi tortuga de agua.
A nadie podía extrañar que mi tortuga fuera la más pesada del mundo.
A nadie sorprendió que un día desapareciera.
Y nadie se preguntó nunca adónde fueron a parar la mesita de caoba, mi colección de discos de jazz, la cubertería de plata, el gramófono, tres sillas tapizadas de mi coqueto salón.
Ayer aparecieron todas mis cosas en la ribera del río: la mesa dispuesta, cena de lujo, tres a la mesa, Duke Ellington en mi gramófono.
A mi tortuga y su familia les encanta bañarse antes de comer.

Divina tortuga, Zhang Gui


Miguel Ángel Zapata, Baúl de prodigios, Traspiés, Granada, 2007, pp. 18-19.

Desembarco, Jorge Urrutia

miércoles, 16 de marzo de 2011
El barco de los esclavos, William Turner

DESEMBARCO

Volver no es regresar. Lo supo tarde.
Cambiaron las manías,
las pequeñas costumbres cotidianas
que componen los gestos.
Las casas son extrañas, las personas
velados rostros son, manos deshechas.
El silencio persigue nuestros pasos
y la curiosidad.

Tal vez se vuelve al sitio pero nunca
se regresa en el tiempo.



Jorge Urrutia, Ocupación de la ciudad prohibida, Calambur, Madrid, 2010, p. 39.

Elegía, Jorge Luis Borges

martes, 15 de marzo de 2011

ELEGÍA

Sin que nadie lo sepa, ni el espejo,
ha llorado unas lágrimas humanas.
No puede sospechar que conmemoran
todas las cosas que merecen lágrimas:
la hermosura de Helena, que no ha visto,
el río irreparable de los años,
la mano de Jesús en el madero
de Roma, la ceniza de Cartago,
el ruiseñor del húngaro y del persa,
la breve dicha y la ansiedad que aguarda,
de marfil y de música Virgilio,
que cantó los trabajos de la espada,
las configuraciones de las nubes
de cada nuevo y singular ocaso
y la mañana que será la tarde.
Del otro lado de la puerta un hombre
hecho de soledad, de amor, de tiempo,
acaba de llorar en Buenos Aires
todas las cosas.



Jorge Luis Borges, La cifra, Alianza, 1981, página 45.

Decepción, Miguel Ángel Zapata

domingo, 13 de marzo de 2011
Caja de cereales Kellogg's, Andy Warhol

DECEPCIÓN

La publicidad es engañosa, una mentira con P.V.P. y actores fuera de lugar.
En los anuncios de aquellos cereales se aseguraba el premio magnífico de una peonza en el interior de la caja. Terminé los cereales, indagué dentro del rectángulo troquelado como un mago en apuros y pude sacar: veinte doblones de oro, un broche de esmeraldas, un ejemplar de la primera edición de la Odisea firmado por su autor, el cartón original de Goya para el tapiz El columpio, una carta de Greta Garbo a su amante Ivana Petruschka, la bota con que Maradona impulsó el balón a la red en el partido ante Inglaterra de Méjico 86, la peluca ensangrentada de Robespierre, un fragmento de roca lunar, el primer bombín cinematográfico de Chaplin con un bastón y un bigotito de pega dentro, el cráneo de Yorick que Hamlet sostuvo en su mano, una sandalia de César con tierra gala en la suela.
Pero (ay, supina decepción) de la peonza prometida, ni rastro.



Miguel Ángel Zapata, Baúl de prodigios, Traspiés, Granada, 2007, p. 94.

Cuadrante, Guillermo de Torre

sábado, 12 de marzo de 2011
Reloj de pie con ala azul, Marc Chagall


CUADRANTE
(a Antonio Marichalar)


El reloj
________ha disparado todas sus flechas

___________________Las horas deshilachadas
____________________sobre el muro oblicuo

________Las arrugas del espacio

___________________Y este aire sin guantes

________Se ha gastado la cuerda______de la tarde

________Todo vacila
___________________y el sol se aduerme

________Equilibrios
___________________en el pico de un minuto
____________________________sin alas



Guillermo de Torres, Hélices, Centro Cultural de la Generación del 27, Málaga, 2000, página 96.

Ser o no ser, Miguel Ángel Zapata

jueves, 10 de marzo de 2011
SER O NO SER

El superhéroe descubre en pleno vuelo que no lleva capa, que no viste traje colorido e invulnerable, que su barriga cervecera asoma por debajo de la camisa a cuadros.

El superhéroe descubre (tarde) que los cómics son pura ficción, el capricho a veces burlesco de un dibujante aburrido.

Hamlet y Horacio en el cementerio (litografía), Eugène Delacroix


Miguel Ángel Zapata, Baúl de prodigios, Traspiés, Granada, 2007, p. 39.

El compañero, Juan Rodolfo Wilcock

El muñeco colgante, Scattergood-Moore

EL COMPAÑERO

Con trapos, paja y una vieja máscara de carnaval, Beraum se ha hecho un muñeco que lo acompaña sin molestarlo. Por todas partes, en el apartamento, ha tendido cuerdas, de una pared a otra, y también de un cuarto a otro; ha puesto un gancho en la cabeza del muñeco, y así puede colgarlo donde quiere, o bien arrastrarlo de la mano cuando cambia de habitación. Desayuna y come con el muñeco, porque desde chico le han enseñado que comer en compañía favorece la digestión. No se lo lleva a la cama, pero antes de acostarse lo recuesta en el diván, con una almohada bajo la cabeza; cuando apaga la luz le da las buenas noches y lo primero que hace cuando se despierta es preguntarle si ha dormido bien; hace algún comentario sobre el tiempo, después se levanta y vuelve a colgarlo de una cuerda.

El muñeco es decididamente inanimado; no responde a las preguntas, no se interesa por lo que Beraum le cuenta, no tiene deseos, en suma, podría perfectamente ser el mango de una escoba en vez de un muñeco acolchado, con la ventaja de que un mango de escoba resultaría más liviano al moverlo. Pero sus vagos parecidos humanos, agregados al hecho de que Beraum es extremadamente miope, le confieren una cierta personalidad, al menos a los ojos de su dueño. Después de todo, hay tantas parejas que consiguen vivir juntas, a fuerza puramente de ganchos y cuerdas.


Juan Rodolfo Wilcock, El estereoscopio de los solitarios, Edhasa, Barcelona, 2000, pp. 158-159.

El amor es cosa de dos, Juan Pedro Aparicio

lunes, 7 de marzo de 2011
La vaca amarilla, Franz Marc

EL AMOR ES COSA DE DOS

Era una vaca muy hermosa, con un cuerpo sólido y unas ubres firmes. Sin embargo no aceptaba al semental que le habían llevado para que la cubriera. Se resistía con tal fuerza que sus dueños temieron que se hiriera o que hiriera al toro.
El veterinario opinó que era un caso raro, aunque mejor ser prudentes y llevarle otro toro, recomendó. Pero pasó lo mismo una y otra vez. «Reacciona como si la fueran a violar», comentó el veterinario desalentado.
Sus dueños no sabían si sacrificarla o venderla. Para ver qué pasaba la llevaron a la feria de San Andrés, en Lot, uno de los mercados de ganado más importantes del noroeste.
Atravesaron con la vaca la mayor parte del recinto. Sus formas perfectas y su andar cadencioso llamaban la atención. Llegado un momento se negó a seguir. El dueño pugnó con ella y le dio unos varazos airados. Entonces reparó en el toro que estaba a la venta allí al lado. «¿No se me habrá encaprichado con este toro?», exclamó el hombre.
Y así era. Allí mismo comprobaron que la vaca aceptaba sin problemas, antes bien con mucha complacencia, las arremetidas amorosas de aquel bicho retinto que no era, por otra parte, gran cosa.


Juan Pedro Aparicio, Asuntos de amor, Everest, León, 2010, página 146.

[Soñar...], Eliana Godoy Godoy

domingo, 6 de marzo de 2011




Soñar no hiere.
Lastima despertar
entre colmillos.





El sueño, Salvador Dalí


Fredo Arias de la Canal (editor), Antología del haiku oral traumático, tanático y cósmico de Eliana Godoy Godoy, Frente de Afirmación Hispanista, México, 2008, p. 73.

Castigo

viernes, 4 de marzo de 2011
CASTIGO

En su errático paseo sólo levantó la cabeza ante esas líneas que tanto deseaba encontrar: "Se venden suicidios". Ya en la tienda advirtió que no tenía suficiente dinero, y en cambio sí urgencia por llevarse uno. En su intento por marcharse sin pagar, lo pillaron y, si bien el dueño no consideró llamar a la policía, salió de allí con las manos vacías y la prohibición de poner un pie de nuevo en el local. Desde entonces a duras penas resiste su desesperado deambular vivo por el mundo.

Un corresponsal me escribió con amargura, Charles Bukowski

martes, 1 de marzo de 2011
Naturaleza muerta con un plato de cebollas, Vincent Van Gogh



UN CORRESPONSAL ME ESCRIBIÓ CON AMARGURA:
«en su último libro
había 43 poemas
que hablaban de
la muerte sin tapujos
o se referían a ella
de
manera
indirecta...»

doblé esa carta
con esmero
y la coloqué
en un montón
con las
demás.

me hice
el muerto
y no
contesté.



























Charles Bukowski, El padecimiento continuo, Visor, Madrid, 2010, p. 133.