[Al fondo del pasillo...], Michel Houellebecq

domingo, 18 de septiembre de 2011
El arte del café, Amy Zeng


Al fondo del pasillo desembocó en una espaciosa cocina amueblada con armarios de aluminio cepillado que rodeaban una isla de basalto. La nevera estaba vacía, exceptuando una caja de bombones Debauve & Gallais y un envase pequeño de zumo de naranja Leader Price empezado. Lanzando una mirada circular vio una cafetera y se preparó un Nespresso. Olga era dulce, era dulce y amante, Olga le amaba, se repitió con una tristeza creciente al mismo tiempo que comprendía que ya nunca habría nada entre ellos, que nunca podría haber nada entre ellos, la vida te ofrece una oportunidad a veces, se dijo, pero cuando eres demasiado cobarde o indeciso para aprovecharla, la vida recoge sus cartas, hay un momento para hacer las cosas y para abrazar una felicidad posible, ese momento dura algunos días, a veces unas semanas e incluso unos meses, pero sólo se presenta una única vez, y si quieres rectificar más tarde es simplemente imposible, ya no queda sitio para la esperanza, la creencia y la fe, subsiste una resignación suave, una piedad recíproca y entristecida, la sensación inútil y justa de que podría haber ocurrido algo, de que sencillamente uno se ha mostrado indigno del don que le acaban de hacer. Se preparó un segundo café que disipó definitivamente las brumas del sueño, y luego pensó en dejarle una nota a Olga. «Debemos reflexionar», escribió, y luego tachó la fórmula y escribió: «Mereces algo mejor que yo.» Tachó también esta frase, escribió en su lugar: «Mi padre se está muriendo»; entonces se dio cuenta de que nunca había hablado de su padre con Olga y arrugó la hoja antes de tirarla al cubo de la basura.


Michel Houellebecq, El mapa y el territorio, Anagrama, Barcelona, 2011, pp. 219-220.

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