[Desde que estoy en América...], Peter Handke

viernes, 26 de octubre de 2012

Recuerdo de un viaje, René Magritte



—Desde que estoy en América me acuerdo cada vez más de las cosas —dije, cuando se quedó callada—. Me basta pisar una escalera mecánica para acordarme en seguida del miedo que tenía cuando pisé por primera vez una escalera mecánica. Si llego a un callejón sin salida, me acuerdo inmediatamente de todos los callejones sin salida olvidados en que me he perdido en mi vida. Sobre todo, aquí me resulta evidente por qué carezco de capacidad para recordar todo lo que no sea una situación angustiosa. Nunca tuve nada con lo que pudiera comparar lo que veía diariamente. Todas mis impresiones eran repeticiones de impresiones ya conocidas. Con eso no quiero decir sólo que viajaba poco, sino también que veía a pocas personas que vivieran distintas de las mías. (…) Y esos sueños, en el ambiente en que yo vivía, eran verdaderas fantasías, porque no había nada que correspondiese a ellos, nada comparable que pudiera hacerlos posibles. Por eso mis sueños y mi ambiente nunca han sido muy conscientes en mí, y la consecuencia es que no me acuerdo de ellos. Sólo los momentos de miedo los recuerdo inmediatamente, porque en ellos el ambiente y los sueños, que normalmente carecían de relación entre sí, se convertían súbitamente en una misma cosa. El ambiente creaba el sueño, que a su vez me hacía ver de pronto con claridad ese ambiente sobre el que de otro modo sólo hubiera fantaseado. Por eso mis miedos eran siempre para mí procesos de conocimiento, y sólo cuando sentía miedo prestaba atención al ambiente, buscando signos de que se acercara algo mejor o peor aún, y luego me acordaba de ello. No obstante, esa clase de recuerdos sólo los sufro; nunca he aprendido a provocarlos. Si alguna vez tuve momentos de esperanza, los he olvidado todos.



Peter Handke, Carta breve para un largo adiós, Alianza, Madrid, 1984, pp. 57-58.

Partitura, Patricia Esteban Erlés

miércoles, 24 de octubre de 2012
Mujer en el piano, Philip Evergood

PARTITURA

   Tu piano se murió de pena, poco después. Como un pequeño elefante huérfano lo veíamos languidecer en la sala donde solías tocar, sumido en el silencio enfermizo que dejaste en todas las habitaciones. Las doncellas debían limpiarlo tres veces al día, pero aun así siempre estaba cubierto de polvo. No queríamos ya aquel piano huraño, que sabía morirse contigo y ser el perro más fiel. Eres un piano ataúd, te has vuelto tumba, le decía en voz baja, cuando pasaba por delante de él. Porque al principio me obligaba a entrar en al sala y podía olerte en el aire, eres horrible, piano. Luego la sala te olvidó y cada mueble comenzó a ser otro. No te recordaban ya las cortinas que tú elegiste, ni el butacón de terciopelo en el que te sentabas cada tarde. Las partituras de Mozart se ofrecían, sonriendoremifasolasido, a cualquiera que entrara. Y pensábamos que quizás, con un poco de suerte, acabaría sucediéndonos lo mismo. Esperanzados aguardábamos nuestra dosis de olvido porque necesitábamos no añorarte tanto. Al principio teníamos que matarte de nuevo casi a diario para no dirigirnos a ti durante la cena, cada vez que hacíamos el ademán de subir a desearte buenas noches. La vida fue una lección que aprendimos a ciegas, igual que tú cuando tocabas algunas sonatas con los ojos vendados, dejando que los dedos recorrieran las teclas. Pero el piano no te olvidaba, por si no lo sabes el piano feo y hostil de una muerta no olvida. Allí estaba, como un enterrador de la felicidad ajena, recordando a cada paso la desgracia, la ausencia, el egoísmo del que sigue desayunando y comete el pecado imperdonable de volver a reír. Cómo negarle entonces un hueco en la hojarasca del parque trasero, un lugar entre las sombras lánguidas de los cipreses, hecho ya, como tú misma, de olvido y piedra.
  

El marmolista, Batania

domingo, 21 de octubre de 2012
 La tumba del rey Arturo, Dante Gabriel Rossetti


EL MARMOLISTA
¿Qué recuerdo queda de los hombres,
aparte de una hora de trabajo para el marmolista?
Inmanuel Kant
Ten cuidado, amigo,
te digo ten cuidado,
que no te hurten los centros del beso,
que no te ajen en surcos
de ocho horas, ten cuidado.

El pan se puso duro el otro siglo,
y aquí nadie confiesa
que fuimos derrotados.
Ten cuidado con ese apartamento.
Ten cuidado con esa hipoteca.
Cuidado con los hijos.
Ten cuidado.

Te hacen la vida otros.
Te dan felicidades de juguete.
Te pasan su película tan rápido,
no sé si me explico, tan rápido...

Apenas te das cuenta,
de ti no queda nada
salvo el medio día de trabajo
que en la tumba invirtió el marmolista.



Batania, Neorrabioso. Poemas y pintadas, La Baragaña, Palma de Mallorca, 2012, p. 93.

Después de todo, Aurelio Asiain

viernes, 19 de octubre de 2012
Rocas en Port-Coton, Claude Monet


DESPUÉS DE TODO

Tienes razón: sin duda
esto era el mar y nos mecía
entre una orilla y otra, removía
las sábanas, marcaba con espuma
los gritos de partida o de llegada,
aventaba a cubierta peces muertos.

Tienes razón. Pero en el puerto
nos esperaba el hambre de las ratas.



Aurelio Asiain, República de viento, Visor, Madrid, 1990, p. 59.

[El mar se lo llevará todo], Ricardo Menéndez Salmón

miércoles, 17 de octubre de 2012
El mar rompiendo en un muelle, William Turner


   El mar se lo llevará todo.
   No es un verso, ni una entelequia, ni un paradigma de cierta fatua solemnidad. Es la verdad que los norteños admiran desde que nacen. Ese mar mercurial que es a la vez cauterio y herida, que en su mansa o devoradora intensidad prohíbe a quien lo contempla cualquier tentación de sentirse perdurable. El paisaje de Prohaska, la feliz circunstancia para Prohaska de nacer frente al mar que nadie agota, el escenario de los primeros años de vida de Prohaska. También el lugar al que regresará por azarosos derroteros décadas después, cuando haya completado su obra.
   «Di la vuelta al mundo», escribirá en el prólogo a Los ojos vacíos, su alucinado retrato de fotógrafo de guerra, sin duda su obra cumbre,
pero sólo en el mar sentí que me hallaba ante una casa. Su infinita paciencia, su rostro siempre idéntico y siempre cambiante, la indiferencia con la que nos contempla, me han enseñado más acerca del sinsentido de las causas finales que todas las filosofías del mundo. El mar es la prueba de que no sólo Dios no existe, sino de que el hombre pasará.
  
  
Ricardo Menéndez Salmón, Medusa, Seix Barral, Barcelona, 2012, pp. 27-28.

Pulseada, Raúl Brasca

domingo, 14 de octubre de 2012
Orillas distantes, Gwen Voorhies


PULSEADA

   Todos los días durante veinte años, la mujer espió desde su ventana al hombre que pasaba largas horas inmóvil frente al mar mirando fijo hacia el sudeste. Hasta que un día, a las diez de la mañana, lo vio demudarse y abandonar su puesto de observación. Sin saber por qué, se puso a llorar.
   Del otro lado del mar, a la misma hora, una mujer que acababa de abandonar su ventana después de veinte años, había corrido por la playa hasta el hombre que pasaba largas horas mirando fijo el mar hacia el noroeste y lo estaba besando. Cuando sus labios se separaron, este segundo hombre volvió a tender la mirada sobre las olas: la del otro ya no la interceptaba. Entonces tomó a la mujer por el hombro y se fueron juntos.
   El primer hombre y la primera mujer aceptaron la derrota. Ella cerró su ventana para siempre y él se recluyó en soledad durante el resto de su vida.




Raúl Brasca, Las gemas del falsario, Cuadernos del Vigía, Granada, 2012, p. 22.

[No se ve...], Eduardo Chillida

jueves, 11 de octubre de 2012
Ojo surreal, Tania Smith



No se ve sino lo que se tiene ya dentro del ojo. La simetría es la seguridad, y ésta está muy cerca de la muerte.



Eduardo Chillida, Escritos, La Fábrica, Madrid, 2005.

[Otro tiempo], Peter Handke

martes, 9 de octubre de 2012
¿Dios juega a los dados?, Adrian Borda


   (…) La mujer del bar dijo que su hijo estaba en el ejército y yo le dije que me gustaría echar otra partida de dados.
   Al tirar me pasó algo extraño: necesitaba unos puntos determinados, y cuando volqué el cubilete todos los dados menos uno se detuvieron en seguida; mientras ese dado rodaba todavía entre los vasos vi centellear en él un instante los puntos que necesitaba y desaparecer luego cuando el dado quedó inmóvil mostrando otros. Sin embargo, ese destello de los puntos exactos fue tan fuerte, que sentí como si hubieran salido realmente, pero no entonces, sino EN OTRO TIEMPO.
   Ese otro tiempo no significaba el porvenir ni el pasado, sino que era por esencia OTRO tiempo distinto del tiempo que de ordinario vivía y en el que se podía pensar hacia atrás y hacia adelante. Se trataba de un sentimiento agudo de OTRO tiempo distinto en el que también debía de haber otros lugares distintos de los que había entonces: en el que todo debía tener otro significado distinto del que tenía en mi conciencia actual, y en el que también los sentimientos eran distintos de los sentimientos actuales, y uno debía de estar en aquellos momentos en el estado en que quizá estuviera la tierra deshabitada cuando después de milenios de lluvia por primera vez cayó una gota de agua sin evaporarse en seguida. La sensación, aunque pasó muy rápidamente, fue tan aguda y dolorosa que seguía viva en la mirada breve y distraída de la mujer del bar, que me pareció en seguida una mirada no parpadeante pero tampoco fija, sólo infinitamente amplia, infinitamente despierta y, al propio tiempo, infinitamente apagada —nostálgica hasta desgarrar la retina y arrancar un pequeño grito— de OTRA mujer en ese OTRO tiempo. ¡Mi vida hasta entonces no podía serlo todo!  Miré el reloj, pagué y subí a mi cuarto.
   Dormí sin soñar nada y profundamente, pero durante la noche sentí en todo mi cuerpo que era esperanzadamente feliz. Solo al amanecer desapareció esa sensación, empecé a soñar y me desperté molesto. (…)



Peter Handke, Carta breve para un largo adiós, Alianza, Madrid, 1984, pp. 25-26.

Alexandra leaving, Sharon Robinson & Leonard Cohen

domingo, 7 de octubre de 2012
Madrid, 5 de octubre de 2012. Vídeo grabado por rockfirstline



ALEJANDRA SE MARCHA

De pronto la noche es más fría.
Una deidad se prepara para partir.
Alejandra subida a sus hombros,
entre los centinelas del corazón se deslizan.

Apoyados por las simplicidades del placer,
ganan la luz, se entrelazan sin forma;
y más radiantes de lo que te puedas imaginar
caen entre las voces y el vino.

No es una broma que te gasten los sentidos,
un sueño pesado que la mañana consumirá —
Di adiós a Alejandra que se marcha.
Di adiós a Alejandra que pierdes.

Aunque duerma sobre tu satén.
Aunque te despierte con un beso.
No digas que fue un momento imaginado.
No te rebajes a estrategias así.

Como alguien bien preparado para este momento,
ve con decisión a la ventana. Asúmelo.
Música exquisita. Alejandra ríe.
Tus firmes obligaciones de nuevo tangibles.

Tú que tuviste el honor de su noche,
y por ese honor el tuyo restituido —
Di adiós a Alejandra que se marcha.
Alejandra se marcha con el Señor.

Como alguien bien preparado para este momento;
totalmente responsable de cada plan que fracasó —
No escojas la explicación de un cobarde
que se esconde tras la causa y el efecto.

Tú a quien un significado dejó perplejo,
cuyo código fue roto, crucifijo sin cruzar —
Di adiós a Alejandra que se marcha.
Di adiós a Alejandra que pierdes.




Leonard Cohen, A mil besos de pronfundidad. Canciones y poemas (1979-2006), Visor, Madrid, 2012, pp. 99-100. Traducción de Alberto Manzano.

[¿Esperar...?], Taneda Santôka

jueves, 4 de octubre de 2012
 Otoño, Seamus Kristöfer



¿Esperar qué?
Día a día se amontonan
las hojas caídas




Taneda Santôka, El monje desnudo (100 haikus), Miraguano, Madrid, 2006, p. 63.

pesadillas, David González

miércoles, 3 de octubre de 2012
La pesadilla, Henry Fuseli


PESADILLAS
y el acabar de estar soñando
cuando nos vamos a acostar
               Manuel Machado
últimamente
mis sueños
suelen ser
auténticas
pesadillas.

mejor así.

no me asusto
tanto
al despertar.



David González, Sembrando hogueras, Bartleby, Madrid, 2001.