Piscina improvisada, Jorge Riechmann

domingo, 29 de septiembre de 2013
Dos gorriones en vuelo, Ohara Koson

PISCINA IMPROVISADA

   Habían regado; se había formado un charquito debajo del banco. Cinco o seis gorriones encontraron ahí la ocasión para el mejor baño de finales del verano. Entraban, retozaban un poco, agitaban las alas, salían, volvían a entrar. Su alegría era contagiosa. Qué frescor y qué vivacidad compartida: al final de ese baño, era el espectador quien se sentía limpio.


Jorge Riechmann, Fracasar mejor, Olifante, Tarazona, 2013.

El ruido del tiempo, Roger Wolfe

viernes, 20 de septiembre de 2013
Las horas, Paul Sérusier

EL RUIDO DEL TIEMPO

Ahí fuera, en la noche,
pasa un camión
con un ruido que de pronto
me hace pensar en los 70:
viejas carreteras,
desangeladas estaciones de servicio,
cafeterías cutres...;
España como era.
¿Triste? No lo sé.
El tiempo se nos va. Y eso
es lo más triste de todo.


Roger Wolfe, Gran esperanza un tiempo, Renacimiento, Sevilla, 2013, p. 45.

[Decir es inventar], Samuel Beckett

martes, 17 de septiembre de 2013


  Sí, incluso en aquel tiempo, cuando todo empezaba ya a difuminarse, partículas y ondas, la condición del objeto era ya carecer de nombre, y a la inversa. Ahora digo esto, pero en el fondo, ¿qué puedo saber de aquella época ahora, cuando granizan sobre mí palabras glaciales de sentido y el mundo muere así, indignamente, pesadamente nombrado? Sé lo que saben las palabras y las cosas muertas, y todo ello forma una pequeña y bonita suma, con un comienzo, una mitad y un final, como en las frases bien construidas y en la larga sonata de los cadáveres. Y no tiene mucha importancia que diga esto u otra cosa. Decir es inventar. Sea falso o cierto. No inventamos nada, creemos inventar, evadirnos, cuando en realidad nos limitamos a balbucear la lección, los restos de unos deberes escolares aprendidos y olvidados, la vida sin lágrimas, tal como la lloramos.


Samuel Beckett, Molloy, Alianza, Madrid, 2012, pp. 46-47.

[El pasado se relega...], Jerôme Ferrari

sábado, 14 de septiembre de 2013
La tierra de los recuerdos olvidados, Kasia Derwinska


   El pasado se relega al olvido, mon capitaine, pero nada puede comprarlo. Ya nadie se interesa por usted, aparte de usted mismo. El mundo ya no sabe quién es usted y Dios no existe. (…) No es ningún secreto. Tenemos tan poca memoria. Desparecemos como generaciones de hormigas y todo ha de empezar de nuevo. El mundo es un pedagogo mediocre, mon capitaine, no sabe más que repetir indefinidamente las cosas y somos escolares renuentes, mientras la lección no se haya inscrito dolorosamente en nuestra carne, no escuchamos, miramos para otro lado y nos indignamos ruidosamente cuando se nos llama al orden.


Jerôme Ferrari, Donde dejé mi alma, Demipage, Madrid, 2013, pp. 27-28.

[Las imágenes de la preciosa Lily...], Juan Bonilla

jueves, 12 de septiembre de 2013
Los amantes en el cielo rojo, Marc Chagall


   Las imágenes de la preciosa Lily le martirizaban de madrugada, el momento en que abandonaba la sala donde leía sus poemas, sus apariciones estelares en sus sueños: era un niña saltando a la comba con sus sienes, era una boxeadora magullando su rostro de piedra, era una puta esperándolo bajo un farol, era una señorita conducida en trineo por un cochero de gala, era La Gioconda, estaba harto de copiarla una y otra vez y de saber al terminar cada una de las copias que la auténtica estaba colgada en un museo o en la casa de Osip Brik, tenía que robarla, no le iba a quedar más remedio que robarla y aprender que amar es arrancarse de las sábanas desgarradas del insomnio, que no tenía que ver con los paraísos de dulzura que nos vendían los simbolistas tétricos, sino el asalto rugiente de una tempestad de fuego y de agua.


Juan Bonilla, Prohibido entrar sin pantalones, Seix Barral, Barcelona, 2013, p. 52.

El silencio de las plantas, Wisława Szymborska

miércoles, 11 de septiembre de 2013
Bosque con claro iluminado al fondo, Egon Schiele

EL SILENCIO DE LAS PLANTAS

La relación unilateral entre vosotras y yo
no va mal del todo.

Sé qué es una hoja, un pétalo, una espiga, una piña, un tallo
y qué os pasa en abril y en diciembre.

Aunque mi curiosidad no es correspondida,
sobre algunas me inclino con especial atención,
y ante otras levanto la cabeza.

Tengo nombres para vosotras:
arce, cardo, narciso, brezo,
enebro, muérdago, nomeolvides,
y vosotras no tenéis ninguno para mí.

Hacemos el viaje juntas.
Y durante los viajes, se habla, ¿no?
Se intercambian algunas opiniones al menos sobre el tiempo
o sobre las estaciones que pasan volando.

No faltarían temas porque nos unen muchas cosas.
La misma estrella nos tiene a su alcance.
Proyectamos sombra según las mismas leyes.
Intentamos saber cosas cada una a su manera
y en lo que no sabemos también hay semejanza.

Lo aclararé como pueda, preguntadme y ya está:
qué es mirar a los ojos,
para qué me late el corazón
o por qué mi cuerpo no echa raíces.

Pero cómo contestar a preguntas nunca hechas,
si, además, una es
para vosotras tan nadie.

Musgos, bosques, prados y juncales,
todo lo que os digo es un monólogo
y las que escucháis no sois vosotras.

La conversación con vosotras es necesaria e imposible.
Urgente es una vida apresurada
y aplazada hasta nunca.


Wisława Szymborska, El gran número; Fin y principio y otros poemas, Hiperión, Madrid, 2009 (1998), pp. 98-99.

Sucedáneos, Jorge Riechmann

domingo, 8 de septiembre de 2013
La búsqueda de lo absoluto, René Magritte

SUCEDÁNEOS

   El «milagro económico» español que se vino abajo en 2008, radiografiado en su vertiente más sórdida por un episodio delictivo: con el fin de que los técnicos de medio ambiente de la Junta de Andalucía hicieran la vista gorda frente a la destrucción de monte público para convertirlo en invernaderos de fresas (el «oro rojo» de la costa de Huelva, que exporta las cuatro quintas partes de la producción), los propietarios de fincas forzaban a prostituirse con esos funcionarios a sus jornaleras (mujeres marroquíes, rumanas o polacas). En la finca El Morcillo se destapó el hediondo asunto…
   Muy al comienzo de la Ética nicomaquea (1096a), Aristóteles desecha sumariamente la vida de negocios como una forma de vida humana valiosa, porque (1) «tiene cierto carácter violento» y (2) «es evidente que la riqueza no es el bien que buscamos, pues sólo es útil para otras cosas». Estas dos obviedades —la violencia del business y el carácter instrumental de la riqueza— han desaparecido casi por completo del horizonte cultural de nuestra época.
   El turismo es un sucedáneo, la prostitución es un sucedáneo, el centro comercial es un sucedáneo. Prefiramos los originales.


Jorge Riechmann, Fracasar mejor, Olifante, Tarazona, 2013, pp. 66-67.

El juego ha terminado, Ingeborg Bachmann

sábado, 7 de septiembre de 2013
Todo lo que cae tiene alas, Anselm Kiefer


EL JUEGO HA TERMINADO

Mi querido hermano, ¿cuando nos construiremos una balsa
Para viajar a lo largo del Cielo?
Mi querido hermano, pronto la carga será demasiado grande
Y vamos a naufragar.

Mi querido hermano, dibujamos sobre el papel
Muchos países y rieles.
Ten cuidado, aquí ante estas líneas negras
Explotarás con las minas.

Mi querido hermano, entonces querría estar atada
Al poste y gritar,
Pero tú sales a galope del valle de los muertos,
Y nos fugamos los dos.

Despiertos en el campamento gitano y despiertos en el desierto,
La arena se escurre de nuestros cabellos.
Tu edad y la mía y la edad del mundo
No puede ser medida en años.

No te dejes engañar por cuervos astutos, ni por pegajosa
Mano de araña, ni por la pluma entre las ramas,
Y no comas ni bebas en el País de jauja,
En sartenes y jarros espumea el engaño.

Sólo aquél que en el puente dorado recuerda
La consigna para el hada centelleante, ganará el juego.
Debo decirte que la palabra se derritió
Con la última nieve en el jardín.

Muchas, muchas piedras hirieron nuestros pies.
Uno sana. Con este saltaremos,
Hasta que el rey de los niños, con la llave de su reino en la boca,
Nos venga a buscar; entonces cantaremos:

¡Es un hermoso tiempo cuando germina el cuesco del dátil!
Cada uno que cae, lleva alas.
Un dedal rojo cose el sudario de los pobres,
Y tu corazón se abate sobre mi sello.

Tenemos que irnos a dormir, querido, el juego ha terminado.
En puntillas. Las blancas camisas se inflan.
Padre y madre dicen que andan penando en la casa,
Cuando intercambiamos el aliento.

Ingeborg Bachmann

Traducción: Vera Zeller.

[La tierra caía], James Joyce

viernes, 6 de septiembre de 2013
Vida y muerte, Gustav Klimt


   Si todos fuéramos repentinamente alguien distinto.
   En la lejanía un burro rebuznó. Lluvia. No hay ningún asno. Nunca se ve uno muerto, dicen. Avergonzados de mo­rir. Se ocultan. También el pobre papá se fue.
   Un dulce viento suave sopló por entre las cabezas descu­biertas como un susurro. Susurro. El chico a la cabecera de la sepultura sostenía la corona con las dos manos, la mirada si­lenciosamente clavada en el negro espacio abierto. Mr. Bloom se colocó detrás del robusto y amable gerente. Levita de buen corte. Sopesándolos quizá para ver quién será el próxi­mo. Bueno, es un largo descanso. No sentir más. Es el mo­mento lo que sientes. Debe de ser jodidamente desagradable. No se lo podrá uno creer al principio. Un error debe ser: otra persona. Prueba en la casa de enfrente. Espera, yo quería. No he podido todavía. Luego la cámara mortuoria oscurecida. Luz necesitan. Cuchicheando a tu alrededor. ¿Te gustaría ver a un sacerdote? Luego fantaseando y desvariando. Delirio todo lo que ocultaste toda la vida. La lucha con la muerte. Su sueño no es natural. Presiónale el párpado inferior. Obser­van si tiene la nariz en punta si tiene la mandíbula caída si tiene las plantas de los pies amarillas. Quítale la almohada y dejemos que acabe de una vez en el suelo puesto que está perdido. El diablo en aquel cuadro de la muerte de un peca­dor mostrándole una mujer. En camisón muriéndose de ga­nas de abrazarla. El último acto de Lucía. ¿No podré contem­plarte nunca más? ¡Bam! Expira. Se fue por fin. La gente habla de ti durante algún tiempo: te olvidan. No olvides rezar por él. Recuérdale en tus oraciones. Incluso a Parnell. El Día de la Hiedra está desapareciendo. Luego te siguen: caen en un agujero, uno tras otro.
   (…) 
   La tierra caía más suavemente. Empiezas a ser olvidado.


James Joyce, Ulises, Cátedra, Madrid, 2004, pp. 126-127.

[Salto], Roberto Juarroz

miércoles, 4 de septiembre de 2013
Anton Surkov


Hay que dar un salto. Pero todo salto vuelve a apoyarse. Habría que ser un salto.


Roberto Juarroz, Poesía vertical, Cátedra, Madrid, 2012.