El mandarín y la cortesana, Roland Barthes & Giuseppe Tornatore

domingo, 27 de marzo de 2011
EL MANDARÍN Y LA CORTESANA

Un mandarín estaba enamorado de una cortesana.
“Seré tuya, dijo ella, cuando hayas pasado cien noches esperándome sentado sobre un banco, en mi jardín, bajo mi ventana”. Pero, en la nonagésimo novena noche, el mandarín se levanta, toma su banco bajo el brazo y se va.


Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso, Siglo XXI, Madrid, 2005 (1977).


En el balcón, Pino Daeni


[EL SOLDADO Y LA PRINCESA]

Alfredo: —Una vez un rey celebró una fiesta. A ella fueron las princesas más bellas del reino. Bueno... un soldado que hacía la guardia vio pasar a la hija del rey. Era la más bella de todas, y se enamoró enseguida pero... pero ¿qué podía hacer un pobre soldado en comparación con la hija del rey? En fin, un buen día consiguió hablar con ella y le dijo que no podía vivir sin estar a su lado. La princesa quedó tan impresionada por su fuerte sentimiento que le dijo al soldado: «si consigues esperar cien días y cien noches bajo mi balcón, al final seré tuya». Y a partir de ese instante el soldado se fue allí y la esperó un día, y dos días, y diez, y luego veinte… y cada noche la princesa le observaba desde la ventana pero él no se movía nunca. Con la lluvia, con el viento, con la nieve... siempre estaba allí. Los pájaros se le cagaban encima, y las abejas se lo comían vivo, pero él no se movía. Después de noventa días, estaba tremendamente delgado, pálido. Al pobre le resbalaban las lágrimas de los ojos, y no podía contenerlas. Ya no le quedaban ni fuerzas para dormir. Mientras, la princesa seguía observándole. Y, al llegar la noche noventa y nueve, el soldado se incorporó, cogió la silla, y se largó de allí.

Totò: —¿No me digas? Al final...

Alfredo: —Sí, justo al final, Totò. Y no me preguntes cuál es el significado, yo no lo sé. Si lo entiendes, dímelo tú.


Giuseppe Tornatore, Cinema paradiso, 1988.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Sera que el mandarin se dio cuenta que realmente no estaba enamorado porque no espero, y la cortesana sabia al darle ese tiempo para pensar.

Raquel Vázquez dijo...

Si el mandarín no estuviera enamorado, de quedarse a esperar lo habría hecho una o dos noches y se habría ido, no habría esperado a que llegara la noventa y nueve… Él le demostró que era capaz de esperar lo que hiciera falta; sí debía de estar enamorado. Pero ¿qué podría ofrecerle ella, qué puede sentir ella por él, cuando no se inmuta durante una y otra noche, y lo deja ahí a la intemperie, como si en lugar de persona no fuera más que un objeto olvidado? Dignidad, orgullo… yo me inclino más por dolor: sea lo que sea, el mandarín por dentro, después de tanto tiempo, debía de llevar una carga tan pesada que le habría sido imposible esperar una noche más, mirar a los ojos a esa mujer y sentirse afortunado porque por fin sería correspondido. El mandarín decide romper el absurdo, demostrar que es el único sujeto de la historia. Decide. En esta historia, es él el único que ama y que decide. A pesar de la humillación, el único que demuestra ser, estar vivo.

Tegularius dijo...

Tal cual como dice Raquel...