[Respuestas], Haruki Murakami

lunes, 29 de julio de 2013
La respuesta, Monika K. Adler


   Las cosas, sin embargo, no terminan tan fácilmente. Cuando alguien le pide algo a la vida (¿quién no lo hace?), la vida le exige muchos más datos, más información. Le exige más puntos para poder trazar una imagen clara. Si no, no se obtienen respuestas.
   [...] Mi vivienda tiene dos puertas. Una de entrada y otra de salida. No son intercambiables. No se puede salir por la entrada o entrar por la salida. Así está establecido. La gente entra por la entrada y sale por la salida. Hay distintas formas de entrar y salir. Pero al final todos salen. Algunas personas lo hacen a fin de probar nuevas posibilidades y otras para ahorrar tiempo. Otras porque mueren. No queda nadie. En mi apartamento no hay nadie, aparte de mí. Y siempre noto la ausencia de los que se han marchado. Las palabras que pronunciaron, sus alientos, las canciones que susurraron, las veo flotar como polvo en cada rincón de mi apartamento.
   Me da la impresión de que la imagen que todos ellos tenían de mí era bastante precisa. Por ese motivo todos se acercaron a mí y al poco tiempo se marcharon. Fueron testigos de mi cabalidad y de la honestidad —no se me ocurre otra palabra— con que intenté preservar esa cabalidad. Ellos intentaron decirme algo y abrirme sus corazones. Casi todos eran amables. Pero yo fui incapaz de ofrecerles nada. Y aunque hubiera sido capaz, no habría sido suficiente. Me esforcé en darles todo lo que podía. Hice cuanto estaba a mi alcance. A mi vez, buscaba algo en ellos. Pero nunca funcionaba y acababan marchándose.
   Era penoso, sin duda.
   Pero lo más penoso es que se marchaban mucho más tristes que cuando habían llegado. Algo en su interior se había gastado un poco más, y se iban. Yo me daba cuenta. Por extraño que pueda parecer, daban la impresión de haberse desgastado más que yo. ¿Por qué será? ¿Por qué siempre soy yo el que se queda? ¿Y por qué en mis manos permanece siempre la sombra de los que se han desgastado? No tengo ni idea.
   Los datos son insuficientes.
   Por eso siempre se me deniegan las respuestas.
   Falta algo.


Haruki Murakami, Baila, baila, baila, Tusquets, Barcelona, 2012, pp. 15, 19-20.

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